lunes, 26 de octubre de 2015

Un ojo dentro del ojo del huracán. Octubre del 2015



"Imágenes recientes muestran indicios de que se está desarrollando una pared del ojo concéntrica, es decir: un ojo dentro del ojo del huracán, un anillo de tormentas convectivas, que es donde ocurren las segundas condiciones más severas en el ciclón”.

El viernes amanecimos de cara a un día raro y gris. Lo leímos en los portales de noticias, a través de nuestros smartphones, estaba en todas las redes sociales: ese cielo gris, sin nubes —extraño en un desierto como el nuestro— no era, como intuimos al principio, producto de las chimeneas industriales que se ven desde el tercer piso de la facultad y que escupen nubes de residuos que llegan a bloquear la vista a los cerros que cercan la ciudad, se trataba, en cambio, de un huracán que se aproximaba hacia nosotros.

Nos alarmamos. “Uno de los huracanes más fuertes de la historia se dirige al país, golpeara a mitad de la tarde” Lo escuchamos, lo leímos en Facebook, en la televisión. Incluso el cielo enrarecido anunciaba el desastre.
Sin embargo, estamos lejos de la zona de peligro. Esa zona que, según el discurso del presidente, ya fue evacuada. Espero que sea así, que se tomen todas las precauciones necesarias, que ninguna persona muera, que las autoridades civiles y militares hagan su trabajo y la sociedad atienda.

Eso es lo que espero este viernes por la noche, mientras escribo en este documento de Word. Afuera los árboles se sacuden con la lluvia; las naranjas caen y la gente duerme.

Viernes, 23 de octubre del 2015.

Actualización: llegaron la mañana y las noticias felices, tan raras en el país. Una serie de factores aleatorios concurrieron para evitar la desgracia. Yo no sé de esas cosas, y no puedo explicarlo. Fue cuestión de física, de presión, del terreno donde el huracán hizo contacto con la tierra. Las autoridades, contra todo pronóstico también, actuaron de forma adecuada. (Dos misterios al hilo y contando).

P.D. la semana pasada, llegamos al futuro, o Marty McFly lo hizo en su DeLorean y me pasó dormido, como a veces me pasa la navidad.

lunes, 2 de marzo de 2015

Espirales




Todos los días despierto para ir a la universidad y me siento pesado. Todos los días son iguales; las mismas horas, los mismos ausentes, el mismo mirar el reloj y comer el mismo desayuno. Ni siquiera el clima cambia. Vivo en uno de los lugares más áridos del hemisferio norte. Aquí no hay estaciones, tan solo inviernos breves, veranos de distinta intensidad. Pero, aunque a menudo digo lo contrario, me gusta. Me gustan, sobre todo, estas tardes de luz naranja triste. Y pienso que si la gente aquí es tan cruel es porque el sol los quemó por dentro; fulminados, caminan en esta ciudad de pesadilla, aplastados por el polvo, por el sol. El tiempo marcha rápido. Yo fumo y, cigarro tras cigarro, mi boca desespera, le dan ganas de irse, de escapar, abandonar mi rosto, mi ciudad, mi sol. Entonces ya es de noche, pero yo no duermo: espero a la mañana, y volver a empezar. Debe haber algo más que estás espirales, pienso. Camino, duermo y despierto mal que bien, pero cada día me asfixia una mano que sale del aire, de la luz, del polvo y me deja esta nausea de existir aparte, de saber que en algún lado debería estar y no estoy. Quizás alguien me extraña en aquel lugar, quizás también sienta que yo debería estar y no estoy. Anochece, la luz naranja triste colorea las ventanas de mi cuarto. Enciendo un Lucky Strike. La noche será cálida, será gris. 


Febrero del 2015.